Cualquier
talento necesita el contexto adecuado para expandirse, para poder mostrarse sin
ser enjaulado. Argentina, pese a la fortaleza histórica de su campeonato dentro
del panorama sudamericano, siempre se vio obligada a contemplar una fuga de
estrellas rumbo al viejo continente por el elevado nivel de sus jugadores más
destacados. Por estilo de vida y algunas similitudes en la tipología de juego,
Italia ha sido tradicionalmente uno de los territorios más prolíficos para que
los argentinos consolidasen su trayectoria deportiva en territorio europeo. Tan
fuerte es el vínculo entre ambos países que muchos oriundos argentinos
decidieron representar al país transalpino vistiendo la elástica del combinado
nacional al encontrar en el Calcio el
escenario adecuado para su explosión futbolística. Una situación que puede
volver a producirse en la figura de uno de los delanteros más en forma de la
Serie A, el rosarino Mauro Icardi.
Icardi es un inteligente delantero de
extraordinario olfato goleador. Potente en la zancada, su remate al primer
toque es certero y dañino para los guardametas pero también sabe generar
peligro lejos del área gracias a su capacidad para desafiar a los zagueros en
carrera larga. Constante en el desmarque, ofrece rupturas largas y castiga a la
línea defensiva cuando ésta se adelanta escudándose en su buen hacer para
interpretar el timming de la jugada.
Muy efectivo dentro del área por la correcta utilización del recurso adecuado
en la finalización de las jugadas, es un ariete mixto, capaz de resolver cuando
su equipo lleva la iniciativa sin desdeñar su peligrosidad en el contragolpe
merced a su criterio para atacar los espacios libre de marca. Asesino
silencioso, peca de desconexión en algunas fases del encuentro pero cuando se
encuentra en posición franca para el gol demuestra dotes de artillero y es
inusual verle con la pólvora mojada.
En
zona de finalización, donde a algunos se les aceleran las pulsaciones, a Mauro
le brota la sangre fría. Impertérrito a la hora de desafiar mano a mano al
portero, es ágil y tiene las capacidades atléticas para llegar con facilidad a
la mayoría de asistencias que le proporcionan sus compañeros. A su catálogo
rematador y su incipiente disciplina táctica agrega una buena estructura
física. No es vencedor asegurado por su incompleta formación muscular pero no
le asusta ir al choque consciente de que dispone de la potencia necesaria para
sacar provecho y deja destellos de poderío aéreo y un juego de espaldas que aún
puede ser más productivo. No es su requisito más destacado, pero en La Masía
interiorizó enseñanzas que le otorgan unos automatismos asociativos para dar
continuidad a la jugada lejos del área rival. Como buen pistolero arma rápido
el gatillo y no descuida la orientación de sus controles para deshacerse de la
vigilancia policial que representan los zagueros. Su capacidad armamentística
le convierten en un completo killer
que debe afilar sus cuchillos con el paso de las batallas.
Nacido
el 19 de febrero de 1993 en la ciudad argentina de Rosario, cuna de grandes
talentos futbolísticos, Mauricio Emanuel Icardi Rivero Fonseca inició su idilio
con la redonda a los cinco años de edad en el Sarratea, un modesto club de
fútbol 7 situado al norte de su ciudad natal. Allí no tardaron en darse cuenta
de que estaban ante una máquina de hacer goles muy por encima de lo habitual.
Una habilidad, la de perforar redes, que pudo verse ayudada por su conocimiento
de la portería, ya que también hizo sus pinitos bajo palos. Comenzaba a
disfrutar de su estatus de goleador en el equipo rosarino cuando un fenómeno
social que tuvo como escenario su país produjo el primer cambio brusco en su
vida.
El
‘corralito’, un escándalo financiero que afectó a millones de ciudadanos
argentinos, también salpicó a la familia Icardi, que se vio obligada a hacer
las maletas buscando un futuro más esperanzador. Su destino fue Maspalomas, un
entorno idílico en las Islas Canarias bastante adecuado para empezar de cero.
Una cuenta que no fue estrictamente nueva dentro del ámbito futbolístico para
el pequeño Mauro, que encontró acomodo en las filas de la Unión Deportiva
Vecindario. Lejos de resentirse su potencial goleador, Icardi se convirtió en
el referente absoluto de la cantera del club blanquinegro sin mostrar ni el
menor rastro de problemas de aclimatación. Batió todos los récords anotadores
del club canario y la progresión de aquel chico desgarbado que aterrorizaba a
las defensas insulares no pasó desapercibida para los grandes conjuntos de la
Península Ibérica.
Todavía
en edad cadete su potencial era muy superior al de sus compañeros de equipo y
las numerosas ofertas de clubes con mayores recursos impulsaron su marcha. Se
desató una lucha por contar con sus servicios entre FC Barcelona y Real Madrid
que se resolvió del bando catalán por el prestigio de La Masía y la presencia
en el club de Leo Messi, rosarino e ídolo de infancia del joven ariete. Por
coincidir en la ciudad natal, recibió frecuentes y desmesuradas comparaciones
con el cuádruple ganador del Balón de Oro pero supo resistirlas y no le pesó la
presión para escalar peldaños en la cantera del club azulgrana manteniendo un
elevado ritmo goleador. Las cosas iban sobre ruedas, era reclamo publicitario y
el niño prodigio al que muchos aseguraban su desembarco en el primer equipo
pese a tratarse de un chico en pleno proceso de formación. Sin embargo, un
cúmulo de circunstancias le alejó del Camp Nou cuando aún no se había asentado
en el conjunto juvenil del club.
HAY VIDA MÁS ALLÁ DE LA MASÍA
Sufrió
algunas lesiones, los focos mediáticos le distrajeron en cierta medida y la
feroz competencia en la antesala del conjunto filial blaugrana tampoco le facilitó las cosas. Esos fueron los
ingredientes principales de un cóctel que frenó su progresión dentro del club.
Fue entonces cuando Mauro, aconsejado por su agente y su padre Juan (futbolista
apartado del profesionalismo por avatares de la vida), aceptó una oferta de
cesión de la Sampdoria, que había prendado de su potencial goleador en un
torneo juvenil conquistado por el Barcelona en el que él había obtenido el
galardón de máximo artillero. Así, en enero de 2011, se enroló en la disciplina
de la Primavera de los blucerchiati buscando relanzar su
carrera. Unos meses le bastaron para convencer a los técnicos de su valía y el
Torneo de Viareggio, competición juvenil de gran prestigio europeo en la que
formó una gran dupla con Simone Zaza, fue el escaparate perfecto para provocar
la ejecución de su opción de compra, fijada en una cifra inferior al medio
millón de euros.
La
arriesgada apuesta de su desembarco en Génova comenzó a dar sus beneficios
cuando en verano de 2011 fue reclutado para hacer la pretemporada con el primer
equipo. Aunque con la llegada del calendario oficial no entró en las
convocatorias de Atzori esa presencia en el stage
estival fue un espaldarazo de moral para pelear por abrirse un hueco en el
profesionalismo. Fue constante en su rendimiento y a base de su repertorio
rematador se convirtió en uno de los destacados del Campionato Primavera, en el que finalizó como capocannoniere de la competición con 19 goles. “Creo haberme
adaptado perfectamente al fútbol italiano. Mis objetivos a corto plazo son
debutar y marcar un gol para mi club” reconocía Icardi en una entrevista meses
después de aterrizar en el país transalpino. Unos objetivos que se cumplieron a
mediados de mayo de 2012.
La
Sampdoria empataba en el feudo de la Juve Stabia y se complicaba sus opciones
de acceder al play-off e Icardi salió al rescate para anotar un postrero tanto
que daba una importante victoria para acercarse al objetivo del ascenso y
contribuía a fraguar una relación de idolatría entre el bisoño ariete y los tifosi blucerchiati. Una veneración que
aumentaría meses más tarde cuando anotó su primer tanto en la máxima categoría
del fútbol italiano para certificar la victoria en el derby ante el Genoa. Ese
gol con tanta carga emocional para su hinchada fue el punto de inflexión para
Icardi, que se consolidó en la titularidad desde aquel encuentro sin acusar el
cambio de técnico en el banquillo doriano.
Convocado a mediados de 2012 por la selección sub-19 italiana, rechazó la
llamada para elegir el combinado sub-20 argentino, con el que conquistó el
torneo del Cotif en el municipio valenciano de L’Alcudia, añadiendo a su
vitrina un nuevo trofeo de máximo artillero.
A
comienzos de 2013 Icardi quiso reencontrarse con sus compañeros de generación
para disputar el Sudamericano sub-20 pero Delio Rossi frenó su marcha para no
perder a su referente ofensivo. No pudo tomar mejor decisión el técnico nacido
en Rimini, ya que su joven pupilo mostró toda su puntería con seis tantos
durante el mes de enero que desataron los elogios de Prandelli, quien
escudándose en su pasaporte italiano pretende reclutarle para la azzurra. Unos elogios que sembraron la
duda en el joven atacante, más aún después del poker de goles que Mauro anotó
ante el Pescara. “Me siento argentino, pero voy a elegir lo mejor para mi”
declaró tras su tarde de gloria haciendo patente su duda a la hora de
decantarse por su futuro a nivel de selecciones.
Los
goles de Icardi, además de desatar la batalla italo-argentina por reclutarle
para el combinado nacional, han despertado el interés de los grandes conjuntos
del país transalpino y la atención de Roberto Mancini, que incluso ha vuelto al
estadio en el que tantas tardes de gloria ofreció como futbolista para seguir
de cerca sus evoluciones. Admirador de Batistuta, Mauro es uno de los
futbolistas con los sueldos más bajos del campeonato y aunque la Sampdoria ha
intentado blindarle con un nuevo vínculo contractual su futuro parece teñido de
neroazurro. Testarudo, inconformista
y profesional como él mismo se define, Mauro cuenta con el beneplácito de
Sabella y Prandelli. El tiempo se agota y los dos países esperan impacientes su
decisión.
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