Fue un
mundial más competitivo que atractivo, decidido por una batalla final
caracterizada por el rigor táctico que solamente pudo encontrar vencedor desde
los once metros. El Mundial sub-20, vivero inagotable de talentos, deparó como
siempre muchas sorpresas. La épica ligada a la aventura iraquí, la frenética
vocación ofensiva de los ghaneses o la madurez táctica de los uruguayos, que
tras dejar en la cuneta a una de las grandes favoritas, sucumbió en una
dolorosa tanda de penaltis ante una Francia sustentada en las intervenciones de
su guardameta Areola. Los galos aderezaron su extraordinario poderío físico con
dosis de talento individual y confirmaron su vitola de favorita alzando un
trofeo que nunca había conquistado. No fue la edición más brillante pero, como
siempre, ha permitido vislumbrar grandes nombres para el futuro.
Bonilla (1993, Colombia)
Solamente la frialdad de Areola en la final impide que
sea catalogado como mejor portero de una competición que disputaba por segunda
vez. Incluso anotó un penalti en la decisiva tanda ante los surcoreanos que
dejó a su país en la cuneta. Guardameta de gran presencia física no exento de
agilidad y personalidad. Siempre concentrado y en tensión, es elástico y
potente en el impulso para llegar a palos. Extraordinario en la reacción
amparándose en sus excelentes reflejos, es difícil de batir en el mano a mano
por su determinación reduciendo ángulo de disparo al atacante. Demuestra
jerarquía para liderar a su línea de zagueros.
Varela (1993, Uruguay)
En Turquía confirmó las aptitudes que convencieron a
Ferguson para acometer su fichaje por el Manchester United. Lateral equilibrado,
de excelente rendimiento tanto en la faceta ofensiva como en la defensiva.
Difícil de superar en el uno contra uno, es pegajoso en la marca y maduro para
interpretar la acción a ejecutar. Incansable, agobia al extremo por su
insistencia y sus pocas concesiones. Potente en la zancada, selecciona bien sus
subidas y se incorpora con criterio al ataque sacando provecho de las
superioridades con su compañero de banda. Su lectura de tiempos en el repliegue
le permite brillar en la defensa zonal. Una joya a pulir.
Giménez (1995, Uruguay)
El benjamín del conjunto uruguayo fue uno de las
grandes revelaciones pese a su bisoñez. Central con gran capacidad para anticiparse
a los movimientos del delantero escudándose en sus buenas condiciones físicas.
Robusto, muy aguerrido en la marca individual, se mueve con soltura cuando sale
de su radio de acción habitual. Impulsivo, demuestra eficacia en el tackle, aunque en ocasiones abuse de él.
Contundente al cruce, se impone con facilidad en balones aéreos frontales y no
sufre excesivamente con espacio a su espalda. Culminó su gran campeonato con
una buena actuación ubicado en el costado diestro de la zaga en la final.
Ali Faez (1994, Iraq)
Una de las piezas claves dentro de la sorprendente
selección iraquí. Lejos del carácter volcánico de su compañero Ali Adnan, es
uno de los líderes de la zaga desde la serenidad. Por momentos impertérrito, es
un central poseedor de un buen nivel técnico que le permite iniciar la jugada
con criterio, batiendo sin dificultades la primera línea de presión rival.
Solvente en los cruces, su dosificación de esfuerzos garantiza la regularidad a
lo largo del encuentro. Sufre con envíos largos a su espalda y ante delanteros
que atacan bien el espacio por sus carencias de velocidad en carrera. Poseedor
de un gran golpeo, ejecuta con peligro libres directos lejanos.
Digne (1993, Francia)
Lateral de largo recorrido que representa una bocanada
de aire fresco para su equipo. El costado izquierdo es su guarida, el escenario
elegido para mostrar todo su potencial atlético y asestar zarpazos a quienes
tienen la misión de abortar sus peligrosas irrupciones ofensivas. Potente
zancada y notable progresión en carrera son sus mejores armas para recorrer de
forma incansable un costado del que se adueña sin complejos a pesar de su
bisoñez. Su gran virtud reside en el factor sorpresa, aprovechando su potencia
para irrumpir desde campo propio. Por pulir en lo táctico, es difícil de
contrarrestar por su gran golpeo en carrera.
Cristóforo (1993, Uruguay)
De menos a más en el torneo, acabó erigiéndose en el
jefe de operaciones de la sala de máquinas uruguaya. Trabajador silencioso, es
preciso en la entrega, no es un dechado de profundidad en el pase pero desahoga
el inicio de la jugada. Poseedor de un buen desplazamiento largo, se asoma poco
al ataque pero demuestra un golpeo académico desde media y larga distancia.
Disciplinado en su posicionamiento dentro del terreno de juego, demuestra buena
lectura defensiva y ofensiva. Intenso en balones divididos, barre el caudal
ofensivo rival y organiza con coherencia a través de pases sencillos pero
pragmáticos.
Aboagye (1995, Ghana)
Comenzó el torneo como suplente, pero terminó
convirtiéndose en la auténtica brújula de la selección ghanesa. Talentoso e
imaginativo, comanda los ataques de su equipo por su perfil creativo y
precisión en la entrega. Rápido de piernas e inteligente en la orientación de
sus controles, aunque es un buen conductor de juego genera más peligro cerca
del área rival por su facilidad para hallar huecos en situaciones en las que
otros solamente los intuyen. Aún intermitente a lo largo del encuentro, es
liviano y le perjudica la pugna física. Dinámico para ofrecer líneas de pase,
maneja con brillantez todas las superficies de contacto.
Thauvin (1993, Francia)
Salvador de su país en la dura semifinal contra Ghana,
a lo largo de la competición fue una daga que agitó la frecuentemente poco
fluida circulación francesa. Atacante zurdo con una innata capacidad para el
desborde. Rápido y habilidoso en la conducción, elimina rivales gracias a su
destreza en el regate y combina con acierto tirando paredes a alta velocidad.
Incisivo y constante a la hora de encarar a su par, es un generador continuo de
ocasiones de gol pero debe mejorar su precisión en la finalización de jugadas.
Domina la pausa y el cambio de ritmo, rinde a gran nivel en ambos costados y
demuestra tacto en la asistencia.
Derlis González (1993, Paraguay)
El elemento diferencial dentro de un aguerrido
combinado paraguayo que tiene muy arraigado el gen batallador. Segundo punta
bullicioso y osado, némesis de centrales corpulentos por su constancia y
velocidad en el desafío individual. Eléctrico y móvil, aprovecha su descaro en
el regate para generar dudas en el entramado defensivo rival desde el
costado. Incisivo para atacar los
espacios, saca muchos réditos al contragolpe y demuestra criterio a la hora de finalizar
las jugadas. Vertiginoso en la conducción, debe seleccionar mejor los momentos
de pausa para no perjudicar al colectivo. Su picardía le garantiza buenos
registros goleadores.
Acheampong (1993, Ghana)
Una de las claves del gran torneo realizado por la
ofensiva selección ghanesa. Verticalidad a raudales, un auténtico vendaval por
el costado izquierdo que no cesa en sus maniobras de desborde. Devastador en la
arrancada, obliga a su marcador a un gran despliegue físico por su capacidad
para intentar sin descanso el uno contra uno. Incisivo atacando los espacios,
gana la línea de fondo con una facilidad abrumadora pero aún peca de
precipitación para que sus asistencias encuentren destinatario. Punzante en las
diagonales, aunque acostumbra a ofrece una salida exterior también habilita
espacios para las subidas de su compañero de banda.
Castillo (1993, Chile)
Mezcla la corpulencia de un ariete clásico con la
interpretación del juego de un segundo punta de nueva generación.
Excelentemente formado en el apartado físico, su contundencia en el remate no
ensombrece su desempeño fuera del área de castigo. Inteligente para atacar los
espacios libres, su potente zancada le capacita para ofrecer rupturas cortas
difíciles de defender para centrales espigados. Desahoga a su equipo ganando
los duelos aéreos, cae a bandas, saca provecho de sus controles para no
obstaculizar el ritmo del ataque colectivo y su amplia variedad en la
finalización de las jugadas le permite sorprender a los guardametas.
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