El Olympique de Lyon es un equipo que, con sus triunfos, ha marcado una época en la historia del fútbol francés. En el verano de 2001, las vitrinas del club lionés no albergaban ningún título liguero. En esa misma campaña, conseguiría alzarse con le championnat, marcando una era de dominación en el campeonato doméstico. Reeditarían título seis veces más y, no sólo eso, también mostrarían su potencial más allá de las fronteras del país galo, llegando en varias ocasiones a los cuartos de final de la Champions League. Los futbolistas que destacaban, como Essien, Diarra, Abidal o Malouda, eran reclutados por clubes pertenecientes a ligas de mayor nivel. Por ello, el club presidido por Aulas, debía buscar una política de fichajes consistente en la incorporación de los futbolistas que destacaban en el campeonato local para reforzar su plantilla al tiempo que debilitaban a sus competidores. Aunque la mayor fuente de renovación de la plantilla llegaba de otros equipos, la cantera siempre tuvo importancia en el proyecto, ya que sacó a futbolistas de la talla de Benzema, Ben Arfa o Remy. Tras el séptimo título cosechado por los lioneses, Alain Perrin, entrenador del OL por aquel entonces, fue destituido pese a conquistar el doblete. Llegaba Claude Puel, un técnico que había realizado un buen trabajo en el Lille. Se reforzó el equipo realizando un desembolso económico importante, pero sacrificando a una de las mayores perlas surgidas de la cantera del club, Ben Arfa. Las nuevas incorporaciones cerraban el paso a los jóvenes, pero sí hubo un chico que fue capaz de hallar un hueco en la primera plantilla, Anthony Mounier.
Mounier es un extremo izquierdo muy veloz, incisivo y, sobre todo, tremendamente vertical. Un jugador de banda puro, con gran capacidad de desborde cerca de la línea de cal. No es un jugador muy peligroso cuando encara al defensa en posición estática, pero sí tiene una extraordinaria capacidad de desequilibrio cuando conduce el balón en carrera. Después de encarar, casi siempre busca la asistencia, ya sea centrando para buscar el remate de cabeza de sus compañeros, ya sea internándose hasta la línea de fondo para buscar el pase de la muerte. En las categorías inferiores del club lionés ha demostrado su olfato de gol, pero, de momento, en el primer equipo ha destacado más como asistente que como goleador.
Formado en la cantera del club de Gerland, Alain Perrin le dio sus primeros minutos en la élite del fútbol, pero no volvió a contar más con él. Fue con la llegada de Claude Puel cuando empezó a hacerse un hueco en la primera plantilla. En las primeras jornadas, el ex-técnico del Lille le otorgó su confianza al joven extremo, y éste se la devolvió con su fútbol fresco, lleno de descaro. No obstante, su protagonismo en el equipo se fue diluyendo por la fuerte competencia que existía en su puesto, ya que el Olympique de Lyon contaba en su plantilla con jugadores de banda de la talla de Ederson, Kader Keita o Govou. Ante la multitud de partidos a las que se tenía que enfrentar la escuadra lionesa, Puel optó por la rotación y otorgó minutos a Mounier en otras competiciones como la Champions League. En la máxima competición continental, mostró su potencial, brillando con luz propia en el 3-5 que el Lyon le endosó al Steaua. En la capital rumana, demostró sentirse cómodo jugando con espacios, el modo de juego que le hace más peligroso, y fue determinante en el resultado final. Esta campaña parecía que podía gozar de más minutos con la marcha de Kader Keita al fútbol turco, pero la llegada del brasileño Bastos le vuelve a poner difícil la entrada en el equipo.
*Actualmente en el Niza
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