Dentro
de una competición caótica en la disciplina táctica como es la Copa África, Túnez
representa la excepción por su rigor en el apartado posicional. El combinado
magrebí sacrifica la improvisación y el atrevimiento en aras de una rigidez
defensiva que no siempre garantiza los mejores resultados. La selección
dirigida por Sami Trabelsi apuesta por enfriar los encuentros y ralentizarlos
para obligar al rival a tomar riesgos y aprovechar sus desajustes al
contragolpe. Una propuesta que evidencia sus lagunas cuando el rival se
adelanta en el marcador puesto que carece de los mimbres necesarios para
revertir situaciones adversas. Es ahí cuando entra en escena su futbolista más
talentoso, Youssef Msakni.
Msakni es un mediapunta capaz de ofrecer un magnífico
rendimiento escorado al carril izquierdo del ataque. Excelentemente dotado a nivel técnico, saca mucho provecho del
primer toque realizando magníficos
controles, fruto de la correcta
colocación de todo el cuerpo en la recepción. Muy inteligente en la lectura del juego, es capaz de interpretarlo con
maestría y tomar la mejor decisión en la zona de tres cuartos pero adolece de intermitencia en su rendimiento
a lo largo del encuentro. Elegante en la
conducción del cuero, no es raudo en la arrancada pero sí potente en la zancada. Una potencia de zancada que, unida a
su buen cambio de ritmo, le confiere una gran
capacidad de desborde. Poseedor de un extraordinario
golpeo de balón, busca sorprender al
portero con asiduidad y sus disparos secos son muy complicados de atajar.
Un
atacante dinámico que se mueve con mucha frecuencia por zonas centrales, sabedor de que es en esos puntos donde
puede ser más dañino. No obstante, eso
no le impide sembrar peligro cerca de los costados merced a su verticalidad y
atrevimiento. Diestro natural, atesora un gran manejo del esférico con ambas piernas que le permite driblar con facilidad en espacios reducidos, una habilidad fundamental a la
hora de desarticular defensas cerradas. Fuerte
físicamente, aguanta bien las entradas de su marcador pero debe mejorar en la dosificación de
esfuerzos para llegar con mayor frescura a los minutos finales del
encuentro. Clarividente, encuentra
los huecos para asistir con facilidad y posee
el descaro necesario para marcar las diferencias con una genialidad.
Nacido el 28 de octubre de 1990 en Túnez, Youssef Msakni se crió en una familia de
deportistas y pronto empezó a sentir una devoción por el esférico que le
llevaría a enrolarse en las filas del Stade
Tunisien. Su destreza en el regate y su atrevimiento pronto llamaron la
atención de los técnicos de la federación tunecina, quienes no dudaron en
reclutarle para liderar al combinado sub-17 en el Mundial de la
categoría disputado en Corea durante el año 2007. Fue allí donde se empezó
a vislumbrar que estaba destinado a llegar a la élite del fútbol de su país.
El
combinado africano se marchó a casa tras caer eliminado en octavos de final a
manos de los franceses en el primer choque a vida o muerte. Sin embargo, Msakni, además de anotar tres goles, comandó con brillantez a su selección
durante los encuentros de la fase de grupos. Tal vez por ello, tuvo la
oportunidad de debutar en Primera División sin haber llegado a la
mayoría de edad. No fue un estreno de cara a la galería, ya que esa campaña
iba a gozar de oportunidades asiduamente en el equipo profesional del Stade
Tunisien.
SIN PRISA POR LLEGAR A EUROPA
Así,
como suele ocurrir con todas las jóvenes promesas no tardó en dar el salto a un equipo de mayor enjundia y fue traspasado
al Esperance Tunis, que dejó al club de las afueras de la capital sin su
estrella en ciernes. No acusó el salto y pronto empezó a adquirir protagonismo,
contribuyendo a los éxitos colectivos de su nuevo club, dominador absoluto del
campeonato tunecino en el último lustro. Su
meteórica progresión no pasó desapercibida por el seleccionador del combinado
magrebí y fue convocado para la Copa de África de 2010. Allí tuvo su primer
contacto con un gran torneo y no desentonó a pesar del mal rendimiento
colectivo.
Tras proclamarse campeón del continente africano con
su club, su segunda oportunidad de brillar a nivel continental le llegó a
finales de 2011 con la disputa del preolímpico africano. Su selección no consiguió el pasaporte para acudir a
Londres el próximo verano pero su rendimiento individual fue excelente. Gracias
a sus continuas exhibiciones llamó la
atención de varios conjuntos europeos. Olympiakos y Lille pugnaron duro por
su fichaje en el pasado mercado invernal pero tanto el Esperance como el propio
jugador decidieron que no era el momento adecuado para abandonar el país.
Ya en
la mira de numerosos conjuntos europeos tras dejar destellos de su valía en el
Mundial de Clubes, volvió a repetir presencia en la Copa de África el pasado
mes. Comenzó el torneo como suplente
pero una genialidad que ayudó a sentenciar el primer encuentro frente a
Marruecos contribuyó a que se ganase un
hueco en las alineaciones. De esta manera, con sus regates inverosímiles y
su facilidad anotadora se convirtió en la
auténtica revelación de la competición. Por el momento no parece tener prisa por dar el salto a Europa ya que prefiere
“seguir creciendo” y gozar de continuidad en territorio tunecino. Todavía con
varios aspectos por pulir para triunfar en el fútbol europeo, con apenas
veintiún años su país ya se le queda pequeño.
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