Presidido
por el multimillonario Rinat Akhmetov, el Shakhtar Donetsk ha logrado hacerse
un hueco en el concierto futbolístico europeo a base de notables aciertos en la
dirección deportiva refrendados con buenos resultados en el terreno de juego.
La victoria en la última edición de la extinta copa de la UEFA marcó el punto
de inflexión de un conjunto que ha logrado eliminar la supremacía del Dinamo de
Kiev en Ucrania. Mircea Lucescu dirige un conjunto sólido, bien aderezado por
la nutrida presencia de brasileños en la zona de vanguardia. Los atacantes de
origen sudamericano aportan el descaro necesario para fabricar ocasiones de gol
con asiduidad y focalizan la mayor parte de los elogios pero en la presente
temporada están siendo eclipsados por la irrupción goleadora del máximo
artillero del equipo, el armenio Henrikh
Mkhitaryan.
Mkhitaryan es un centrocampista ofensivo
reconvertido a mediapunta con una inusitada facilidad para llegar desde segunda
línea. Perspicaz a la hora de interpretar las jugadas, es intuitivo y
oportunista, cualidades a las que agrega una definición propia de los grandes
delanteros cuando le conceden el mínimo espacio dentro del área. Su gran virtud
no reside en merodear el marco rival, sino que aparece por sorpresa mostrando con
asiduidad su precisión en el golpeo desde media distancia. Aunque genera la
mayor parte de sus ocasiones de su peligro merced a su verticalidad, no
conviene desdeñar su capacidad para filtrar pases entre líneas. Con buenos
detalles técnicos, es capaz de zafarse del marcador cuando no se ha orientado
de forma óptima en la recepción. Veloz en la conducción del cuero, no abusa de
ella para favorecer la fluidez en la circulación y posee criterio para ejecutar
con acierto las transiciones pero la parcela física le penaliza en muchos
lances del juego.
Con
espíritu colectivo, es dinámico y acostumbra a ofrecer una línea de pase a sus
compañeros. A pesar de su vocación ofensiva también contribuye al buen
funcionamiento colectivo en labores de recuperación, puesto que presiona con
intensidad la salida de balón del conjunto rival. Ubicado en más de una ocasión
en el doble pivote por dictamen de sus entrenadores, no desentona observando el
fútbol de cara merced a su lectura de juego pero se empaña su devastadora llegada
y está lejos de ser un jugador capaz de mover los hilos de todo un equipo. Sabe
retrasar su posición para dar continuidad a la jugada así como mostrar eficacia
a la hora de ofrecer rupturas buscando la espalda de los zagueros. Un suplicio
para pivotes y centrales adversarios por su facilidad para resultar
indetectable.
Nacido
el 21 de enero de 1989 en Kentron, un barrio de la ciudad de Ereván, la
infancia de Henrikh Mkitharyan está determinada por su padre Hamlet, atacante
internacional armenio. A finales de la década de los ochenta decide probar
suerte en Francia y se enrola en las filas del ASOA Valence trasladando a su
familia al país galo. Disfrutó del campeonato francés durante seis años hasta
que la vida le puso en el camino un obstáculo insuperable. Un tumor cerebral
acabó con la vida de Hamlet y su mujer Marina Taschian regresó a la capital
armenia con los pequeños Monica y Henrikh. Con siete años y golpeado por la tragedia
de su progenitor, Henrikh puso todo su empeño en emular a su padre y
convertirse en futbolista profesional.
Dentro
de la cantera del Pyunik Ereván, uno de los grandes dominadores del fútbol
nacional, escaló peldaños a una velocidad de vértigo llevando la voz cantante
en todas las categorías por las que pasaba. Siguiendo las pautas de precocidad
de los grandes jugadores, Henrikh debutó en primera división antes de alcanzar
la mayoría de edad. No demoró a la hora de consolidarse en la primera plantilla
adquiriendo galones inusitados para su poca experiencia profesional. Poco a
poco se fue consolidando en la piedra angular del equipo, ese centrocampista
capaz de mejorar las prestaciones de quienes le rodean sin desdeñar la
oportunidad de poner en jaque a los guardametas con su facilidad para llegar
desde segunda línea.
Tres
temporadas y media repletas de éxito a nivel colectivo e individual en élite
del fútbol armenio le bastaron para buscar una salida rumbo a un campeonato de
mayor enjundia. Como su difunto padre, Henrikh tuvo ofertas para probar en el
campeonato francés pero no estaba seguro de que el viaje a Europa Occidental
fuese la opción más adecuada para su carrera. “Es un dilema importante, debo
escoger un equipo en la que esté seguro de ser titular” declaró antes de
abandonar su ciudad natal. Se fue a Ucrania para enrolarse en las filas de
Metallurg Donetsk por una cifra que no alcanzaba los cuatrocientos mil euros.
Pocos imaginaban lo prolífica que iba a ser la operación tanto para el jugador
como para el club ucraniano. Desafiando a los procesos de adaptación, marcó en
su debut y mostró un elevado rendimiento que mantendría a lo largo de su
estadía en el club.
Firmó
nueve goles en la primera campaña fuera de su país, enrolado en un conjunto que
se movía por la mitad de la tabla clasificatoria. Técnicos, compañeros,
aficionados y prensa apostaban por una idea común, Mkhitaryan era una joya que
de ser bien pulida se convertiría en uno de los mejores centrocampistas del
campeonato. Consciente de ello Andrey Gordeyev, su técnico, le entrega el
brazalete, convirtiéndole en el capitán más joven de toda la historia del club.
Comenzó la campaña al igual que la anterior, con un rendimiento muy elevado. El
poderío económico del Shakhtar le llevó hasta el Donbass Arena apurando el
cierre de mercado y tuvo que acostumbrarse a desempeñar un papel con menor
preponderancia dentro del equipo.
EXPLOSIÓN GOLEADORA CON LA MARCHA DE JADSON
Supo
adaptarse a las necesidades de Mircea Lucescu, su nuevo entrenador, aportando
el granito de arena necesario para que el equipo siguiese coleccionando éxitos
a nivel local. Esperando alcanzar un rol más protagonista, con la misma
serenidad que muestra en la finalización de las jugadas, completó su primera
temporada en el Shakhtar. Y su paciencia fue recompensada, ya que la campaña
2011/2012 iba a convertirse en la de su consagración dentro del club presidido
por Rinat Akhmetov. Autor de diez goles y muy influyente en la generación de
juego ofensivo, Mkhitaryan fue pieza clave para revalidar el cetro liguero y
recibió el galardón que premia al mejor jugador del club.
Líder
indiscutible de una selección armenia que fue una de las gratas sorpresas de la
fase de clasificación para la Eurocopa, la trayectoria de Mkhitaryan volvió a
experimentar un repunte de prestigio cuando Jadson decidió abandonar el
Shakhtar. El centrocampista brasileño regresó a su país natal para estar más
cerca de su familia y Lucescu reubicó a su perla armenia en la posición de
mediapunta. No le ha podido salir mejor la maniobra al técnico rumano, ya que Mkhitaryan
se ha erigido en el referente goleador del conjunto minero. Pese a ello,
conserva los pies en el suelo. “No me siento una estrella, marco goles porque
desplegamos un juego ofensivo. Mis compañeros me proporcionan ocasiones
magníficas”. Su técnico lo tiene claro: “puede convertirse en nuestro jugador
número uno, tendrá una carrera maravillosa”.
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