lunes, 5 de noviembre de 2012

YANNICK FERREIRA-CARRASCO

Roma, Ibarra, Rodríguez, Givet, Evra, Zikos, Cissé, Bernardi, Giuly, Rothen y Morientes. Once apellidos que son historia del fútbol monegasco, los once titanes que buscaron alcanzar la gloria continental en Gelsenkirchen frente al Oporto, probablemente conscientes de que sería la última página dorada escrita por el equipo del Principado. Aquel conjunto entrenado por Deschamps se desmembró. El ex mediocentro aceptó ocupar el banquillo de la Juventus para devolver a la vecchia signora a la élite del Calcio, puntales como Giuly o Rothen probaron suerte en campeonatos de mayor enjundia y el club entró en una profunda espiral de malos resultados deportivos y crisis institucional que terminó por enviarles a las catacumbas de la Ligue 2.

Hundidos en la tabla clasificatoria de la división de plata del fútbol galo, la nave monegasca parecía hundirse sin vislumbrar el fondo pero la inyección económica insuflada por Dmitry Rybolovlev logró reflotar al club a base de numerosos fichajes. Espantado el fantasma del descenso se logró una permanencia clave para preparar el regreso a la primera división francesa. El multimillonario ruso volvió a hacer gala de su poderío económico en el mercado estival en aras de que Ranieri tuviese a su disposición una espectacular plantilla. Ocho incorporaciones entre las que destacó la de Lucas Ocampos, reclutado de River Plate merced a un gran desembolso, para que el técnico italiano situase al conjunto en la cima de la clasificación. Sin embargo, entre tanta incorporación, el jugador que más ilusiona a la hinchada es un joven procedente del filial, el belga Yannick Ferreira-Carrasco.

Ferreira-Carrasco es un centrocampista ofensivo que destaca por su preciso golpeo de balón. Capaz de adaptarse a ambos flancos del ataque, su juego desprende el aroma de antaño, con reminiscencias de esos jugadores de banda capaces de desequilibrar sin necesidad de desbordar a su par, simplemente escudándose en sus certeras asistencias. No es veloz, pero no precisa potencia en carrera para zafarse de su marcador, ya que su manejo de balón le confiere un excelente regate en espacios reducidos. Su educado pie derecho es como un guante, tan fino para pasar como para conducir el cuero. Inteligente a la hora de leer las transiciones, su amplitud de zancada y facilidad para medir la carrera de su compañero le permiten erigirse en el faro de los contragolpes. Aún por desarrollar en el apartado físico, esa endeblez constituye un hándicap dentro de un campeonato donde predomina la fortaleza muscular.

Acostado en la banda por el dibujo táctico que propone Ranieri, Ferreira-Carrasco flota por la parcela central recordando sus orígenes de mediapunta, consciente de que en esa zona puede dañar con mayor facilidad al entramado defensivo adversario. Clarividente a la hora de batir la última línea de presión, es preciso e imaginativo a la hora de alojar el cuero a la espalda de los zagueros. Fantástico en los apoyos y raudo en el giro, sus cambios de dirección y la orientación en sus controles constituyen una de sus mejores bazas para eludir marcajes pegajosos. Cuenta con numerosos recursos técnicos pero no son meros fuegos de artificio, sabe asociarse con soltura y dar continuidad a la jugada, mejorando la posesión cuando entra en contacto con el cuero. Sus apariciones aún no se producen con la debida frecuencia, ya que la intermitencia de su juego es uno de los aspectos en los que debe progresar. De importancia capital en el balón parado, su precisión quirúrgica en el golpeo le permite desafiar al portero mediante el libre directo sin perder ni un ápice de peligro cuando bota faltas laterales o saques de esquina. La pizarra de sus entrenadores encuentra en él una piedra angular a la hora de diseñar las jugadas de estrategia.

De ascendencia española, Yannick Ferreira-Carrasco nació el 4 de septiembre de 1993 en Elsene, un municipio situado al sur de Bruselas. Creció con el sueño de convertirse en futbolista profesional y se inició en ese deporte a los seis años de la mano del Stade Everois. Allí encuentra su primera toma de contacto con un balón. Disfruta al mismo tiempo que aprende los fundamentos básicos del juego. Se empapa de las enseñanzas de sus primeros técnicos y despunta entre sus compañeros, consiguiendo atraer la atención del Diegem Sport, un modesto club de la tercera división belga. Continúa progresando durante el plazo de tres años hasta que decide dar el primer gran impulso a su trayectoria firmando por el Racing Genk.

Llegar al club de Limburgo supone cambios en su vida familiar. Se aleja de sus seres queridos y pasa a residir con una familia de acogida. Su afán por alcanzar el sueño de infancia le hace superar los malos momentos y centrarse solamente en lo deportivo, un ámbito donde vuelve a convertirse en uno de los destacados. Escala peldaños en la cantera del club manteniendo intacta su meteórica progresión durante cuatro años. Su talento trasciende más allá de las fronteras y el Mónaco muestra su interés por contar con sus servicios. Cambiar de país es algo que algunos interpretan como peligroso para un adolescente pero Yannick, tras consensuarlo con su madre, decidió probar suerte en la lujosa ciudad monegasca. “Estaba acostumbrado a vivir lejos de casa y el tren sólo pasa una vez” declara ahora respecto a su salida de Bélgica.

EXPLOSIÓN EN EL PRINCIPADO
Con apenas 16 primaveras, probó fortuna en la costa azul. “De su prueba ya se sentía que estábamos ante alguien diferente. Sus amagos, sus asistencias, él dejaba a todo el mundo libre de marca y demostraba cualidades de cara a puerta. Lo contratamos inmediatamente. Aunque también confiaba demasiado en su talento, tuvo que comenzar a trabajar porque era muy frágil físicamente” recuerda Frédéric Barilaro, director del centro de formación del AS Monaco, en referencia a la llegada de la perla belga. “Aquí en Francia tuve que acostumbrarme a un estilo de juego diferente, más duro. El primer año fue un poco difícil” afirma el joven Yannick. Sin embargo, tras ganar la prestigiosa Coupe Gambardella y una vez completado el proceso de adaptación, demostró todo su talento y se convirtió en el jugador más destacado del entramado juvenil en el club monegasco.

El talento de Ferreira-Carrasco saltaba a la vista y solamente hacía falta un técnico que supiese incentivarlo para ascender al primer equipo. Ranieri le dio sus primeras oportunidades en la pretemporada y su joven pupilo le devolvió la confianza con buenas actuaciones. De esta manera, al técnico italiano no le tembló el pulso para otorgarle la titularidad en el debut liguero y el centrocampista belga puso el broche de oro a su debut oficial como profesional con un golazo de libre directo y una asistencia a balón parado. Mostró sus bazas y convenció a su entrenador, logrando consolidarse en el once inicial de su equipo y recibiendo su primera convocatoria con la selección sub-21 belga.

En la actualidad ya suma cinco dianas y tres asistencias entre todas las competiciones, logrando encandilar a la grada del Louis II. La prensa le ensalza y algunos le comparan con su compatriota Hazard. Dumont, centrocampista del Monaco que coincidió con el genio belga en el Lille lo tiene claro, “decir que Ferreira-Carrasco es el nuevo Hazard es ir demasiado rápido, pero es cierto que Yannick tiene muchas cualidades”. Ante elogios de este calibre surge la duda de si la emergente estrella podrá acatarlas sin distraer su atención. “Su carrera va rápido, con los pasos adecuados. También tuvo que soportar una ruptura con su padre y es un hombre que sabe dónde quiere ir” declara François Ciccolini, el entrenador que le guió con éxito en categorías inferiores. Renovado recientemente hasta 2015, su carrera sigue el cauce correcto. Apenas 19 años le contemplan pero Ferreira-Carrasco está guiando al Mónaco a alcanzar el regreso a la élite del fútbol galo. Con su talento será más fácil reverdecer viejos laureles.


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