El
sueño de infancia de cualquier aficionado al fútbol es convertirse en referente
ofensivo de su equipo. Todo el mundo ha fantaseado con ser el goleador del club
de sus amores, aquel al que toda la hinchada venera, aquel al que idolatran y
cuyo nombre corean cuando perfora la red rival una y otra vez, llevando el
delirio a unas gradas repletas que celebran el triunfo de su equipo. Sin
embargo, el escenario soñado de esa mente pueril que se ilusiona con una
situación casi utópica, de ese imberbe que celebraba goles en campos humildes
anhelando emular a los ídolos que observaba ensimismado en la inmensidad del
estadio, entre el furor de los espectadores más radicales, puede tornarse en
realidad. Y es que esa ilusión que parecía casi quimérica está convirtiéndose
en el presente de Nicolás Castillo, uno de los delanteros emergentes del fútbol
chileno.
Nico Castillo es un
delantero que domina varias de las suertes necesarias para convertirse en un
excelente ‘9’. Mezcla la corpulencia de un ariete clásico con la interpretación
del juego de un segundo punta de nueva generación. Bien desarrollado
muscularmente, aprovecha su excelente estructura física para hacerse fuerte de
espaldas al marco rival y ejercer como hombre-boya, protegiendo con brillantez
la posesión del cuero y ofreciendo aire al juego ofensivo de su equipo,
abriendo huecos a los encargados de llegar desde segunda línea. Potente en la
zancada, a pesar de su estructura corporal no es el tradicional delantero de
área. Es más su rol está más cercano al de un atacante bajito, ese perfil de
jugador en el que el dinamismo supone una de sus mejores bazas.
Visualmente
espectacular, sus controles aúnan la técnica con la estética, adormeciendo el
cuero con cualquier superficie de su cuerpo. Ahí es donde reside uno de sus
principales ventajas. Saca réditos de los primeros toques, algo que unido a su
correcta interpretación del juego provocan que enriquezca los ataques
posicionales de su equipo, alejándose del área para aumentar la panorámica de
juego y exprimir su faceta como asistente. Inteligente para atacar los espacios
libres, su potente zancada le capacita para ofrecer rupturas cortas difíciles
de defender para centrales con poca capacidad de reacción. Voluntarioso en la
movilidad del engranaje ofensivo, se siente cómodo cayendo a bandas,
especialmente al costado izquierdo, escenario predilecto para ejecutar una
diagonal que efectúa con vehemencia y determinación.
Su
derechazo es como el croché de un gran púgil, golpea con celeridad y extremada
virulencia. Confía en su disparo y no se lo piensa dos veces a la hora de
probar al guardameta desde cualquier rincón del ataque. Un arma de doble filo
que, por una parte potencia el factor sorpresa, pero que en ocasiones denota
una peligrosa precipitación a la hora de finalizar las jugadas. Pícaro a la
hora de ganarle la partida a su marcador dentro del área, arma la pierna con
velocidad y cuenta con variedad de registros en la definición pero en ella
prima la potencia sobre la colocación, algo que aún merma su efectividad de
cara a puerta. Ese espectacular golpeo le hace determinante a balón parado,
engorda sus guarismos anotadores con los libres directos y aprovecha su potente
salto para perforar redes con testarazos en jugadas de estrategia. Con
personalidad para erigirse en referente ofensivo de su conjunto, si potencia
sus innatas condiciones físico-técnicas será sin demorar en exceso un delantero
de primer nivel europeo.
Nacido
el 14 de febrero de 1993 en el municipio chileno de Renca, Nicolás Ignacio
Castillo Mora fue educado en el culto al balón. Su abuelo Omar le hizo seguidor
de la Universidad Católica y durante su infancia fue visitante frecuente del
estadio San Carlos de Aponquido. Comenzó su andadura futbolística en equipos
modestos de su región natal hasta que a los doce años iba a vivir el comienzo
de su mejor sueño. Hugo Monardes, técnico formador de la Universidad Católica,
le reclutó para la cantera de su idolatrado equipo en busca de lograr un salto
de nivel en el fútbol base ‘cruzado’.
Largos
viajes desde su barrio de Huachumaco hasta la sede del club católico para
progresar en su formación esperando a la jornada dominical para disfrutar.
Inmerso en el sector más pasional de los aficionados, se convirtió en asiduo de
los partidos disputados como local del primer equipo ilusionado con los éxitos
del club y con la esperanza de poder formar parte de ellos en un futuro. En
aras de ello, se fortaleció físicamente y progresó en el apartado técnico
iniciando una brillante progresión que se fortificó con varias actuaciones en
prestigiosos torneos para jóvenes promesas. Su duro trabajo comenzó a dar sus
frutos. Quemó etapas en la cantera del club hasta llegar a la categoría
juvenil, el trampolín definitivo hacia su sueño de llegar al terreno de juego
de San Carlos de Apoquindo.
2010
fue el año que le consagró como el diamante en bruto del conjunto santiaguino.
Capitán, máximo artillero y piedra angular del equipo juvenil ‘cruzado’, Castillo
demostró su extraordinario potencial goleador en la Copa UC sub-17 (un torneo
que junta a los equipos más prestigiosos del país con varios combinados
nacionales sudamericanos) para dejar destellos de su talento en las categorías
inferiores de la selección chilena. Sus excelentes actuaciones ayudaron a su
escuadra a celebrar títulos y le permitieron obtener galardones como el de
mejor jugador joven del club. En ese exitoso contexto ascendió al primer equipo
a finales de año aunque, en un acto de extremada cautela, Marco Antonio
Figueroa (técnico del primer equipo por aquel entonces) no le ofreció minutos
con asiduidad.
Si
2010 fue un año de continua escalada, en 2011 comenzaron los problemas en forma
de altibajos en su corta carrera profesional. El baile de técnicos en el club
no le benefició y con la llegada de Mario Lepe al banquillo fue postergado a
las categorías inferiores por “razones extrafutbolísticas”. “Me subieron al
primer equipo por mi rendimiento. Luego me bajaron por un problema que tuve. Me
costó asumirlo, pero lo logré, fue una buena decisión a la larga” recuerda
Castillo rememorando esa etapa. Y desde luego que el toque de atención surtió
efecto. Regresó al plantel profesional a finales del año y tras empezar a gozar
de oportunidades en él, se fue con la selección chilena sub-20 para disputar la
Milk Cup (un certamen internacional que combinados nacionales con clubes de
gran enjundia) donde formó una gran dupla con Ángelo Henríquez, la otra joya en
la vanguardia del fútbol andino.
PROGRESIÓN SIN MIRAR AL BANQUILLO
“No me
fijo en las diferencias de técnico, no me importa mucho eso. Yo sólo me dedico
a trabajar y acatar órdenes, no importa quién sea el entrenador” declaraba a
mediados del año pasado Nico Castillo, centrado en continuar con su progresión
si verse afectado por los vaivenes en un banquillo ‘cruzado’ que ha visto
sentarse hasta a 5 entrenadores en los últimos tres años. Con Martín Lasarte su
presencia en las alineaciones se produjo de manera más asidua y pudo ver puerta
con relativa frecuencia en la élite del fútbol chileno. Afianzado en la primera
plantilla, el pasado mes de enero hizo las maletas para disputar el
Sudamericano sub-20. En tierras argentinas fue pieza clave para sellar la
clasificación del conjunto chileno al Mundial de la categoría que se disputará en
Turquía este verano.
Cinco
goles, algunos de ellos decisivos, para que la prensa de su país y los
ojeadores presentes en la ciudad argentina de Mendoza escribieran en su
cuaderno el nombre del dorsal 18. Llegaron ofertas de varios conjuntos europeos
(el que más interés mostró fue el Standard de Lieja) pero tanto el jugador como
la directiva decidieron que lo más oportuno era seguir vinculado al club de sus
amores. “Es probable que disfrutemos muy poco de sus capacidades, ya que
después del Mundial sub-2 seguro que llegarán más ofertas por él. Este tiene
que ser su semestre el de su consolidación” declara uno de los dirigentes de
Cruzados SDAP, la empresa que se hace cargo de los intereses económicos de la
Universidad Católica. Tras un breve período de descanso por su participación en
el Sudamericano sub-20 y su reciente boda, Castillo trabaja para prolongar su
acierto anotador. “Estoy viviendo el momento y espero salir campeón acá. Yo me
siento cómodo en este club” afirma el joven delantero, una estrella en ciernes
con el corazón del hincha más pasional.
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