sábado, 16 de marzo de 2013

NICOLÁS CASTILLO

El sueño de infancia de cualquier aficionado al fútbol es convertirse en referente ofensivo de su equipo. Todo el mundo ha fantaseado con ser el goleador del club de sus amores, aquel al que toda la hinchada venera, aquel al que idolatran y cuyo nombre corean cuando perfora la red rival una y otra vez, llevando el delirio a unas gradas repletas que celebran el triunfo de su equipo. Sin embargo, el escenario soñado de esa mente pueril que se ilusiona con una situación casi utópica, de ese imberbe que celebraba goles en campos humildes anhelando emular a los ídolos que observaba ensimismado en la inmensidad del estadio, entre el furor de los espectadores más radicales, puede tornarse en realidad. Y es que esa ilusión que parecía casi quimérica está convirtiéndose en el presente de Nicolás Castillo, uno de los delanteros emergentes del fútbol chileno.

Nico Castillo es un delantero que domina varias de las suertes necesarias para convertirse en un excelente ‘9’. Mezcla la corpulencia de un ariete clásico con la interpretación del juego de un segundo punta de nueva generación. Bien desarrollado muscularmente, aprovecha su excelente estructura física para hacerse fuerte de espaldas al marco rival y ejercer como hombre-boya, protegiendo con brillantez la posesión del cuero y ofreciendo aire al juego ofensivo de su equipo, abriendo huecos a los encargados de llegar desde segunda línea. Potente en la zancada, a pesar de su estructura corporal no es el tradicional delantero de área. Es más su rol está más cercano al de un atacante bajito, ese perfil de jugador en el que el dinamismo supone una de sus mejores bazas.

Visualmente espectacular, sus controles aúnan la técnica con la estética, adormeciendo el cuero con cualquier superficie de su cuerpo. Ahí es donde reside uno de sus principales ventajas. Saca réditos de los primeros toques, algo que unido a su correcta interpretación del juego provocan que enriquezca los ataques posicionales de su equipo, alejándose del área para aumentar la panorámica de juego y exprimir su faceta como asistente. Inteligente para atacar los espacios libres, su potente zancada le capacita para ofrecer rupturas cortas difíciles de defender para centrales con poca capacidad de reacción. Voluntarioso en la movilidad del engranaje ofensivo, se siente cómodo cayendo a bandas, especialmente al costado izquierdo, escenario predilecto para ejecutar una diagonal que efectúa con vehemencia y determinación.

Su derechazo es como el croché de un gran púgil, golpea con celeridad y extremada virulencia. Confía en su disparo y no se lo piensa dos veces a la hora de probar al guardameta desde cualquier rincón del ataque. Un arma de doble filo que, por una parte potencia el factor sorpresa, pero que en ocasiones denota una peligrosa precipitación a la hora de finalizar las jugadas. Pícaro a la hora de ganarle la partida a su marcador dentro del área, arma la pierna con velocidad y cuenta con variedad de registros en la definición pero en ella prima la potencia sobre la colocación, algo que aún merma su efectividad de cara a puerta. Ese espectacular golpeo le hace determinante a balón parado, engorda sus guarismos anotadores con los libres directos y aprovecha su potente salto para perforar redes con testarazos en jugadas de estrategia. Con personalidad para erigirse en referente ofensivo de su conjunto, si potencia sus innatas condiciones físico-técnicas será sin demorar en exceso un delantero de primer nivel europeo.

Nacido el 14 de febrero de 1993 en el municipio chileno de Renca, Nicolás Ignacio Castillo Mora fue educado en el culto al balón. Su abuelo Omar le hizo seguidor de la Universidad Católica y durante su infancia fue visitante frecuente del estadio San Carlos de Aponquido. Comenzó su andadura futbolística en equipos modestos de su región natal hasta que a los doce años iba a vivir el comienzo de su mejor sueño. Hugo Monardes, técnico formador de la Universidad Católica, le reclutó para la cantera de su idolatrado equipo en busca de lograr un salto de nivel en el fútbol base ‘cruzado’.

Largos viajes desde su barrio de Huachumaco hasta la sede del club católico para progresar en su formación esperando a la jornada dominical para disfrutar. Inmerso en el sector más pasional de los aficionados, se convirtió en asiduo de los partidos disputados como local del primer equipo ilusionado con los éxitos del club y con la esperanza de poder formar parte de ellos en un futuro. En aras de ello, se fortaleció físicamente y progresó en el apartado técnico iniciando una brillante progresión que se fortificó con varias actuaciones en prestigiosos torneos para jóvenes promesas. Su duro trabajo comenzó a dar sus frutos. Quemó etapas en la cantera del club hasta llegar a la categoría juvenil, el trampolín definitivo hacia su sueño de llegar al terreno de juego de San Carlos de Apoquindo.

2010 fue el año que le consagró como el diamante en bruto del conjunto santiaguino. Capitán, máximo artillero y piedra angular del equipo juvenil ‘cruzado’, Castillo demostró su extraordinario potencial goleador en la Copa UC sub-17 (un torneo que junta a los equipos más prestigiosos del país con varios combinados nacionales sudamericanos) para dejar destellos de su talento en las categorías inferiores de la selección chilena. Sus excelentes actuaciones ayudaron a su escuadra a celebrar títulos y le permitieron obtener galardones como el de mejor jugador joven del club. En ese exitoso contexto ascendió al primer equipo a finales de año aunque, en un acto de extremada cautela, Marco Antonio Figueroa (técnico del primer equipo por aquel entonces) no le ofreció minutos con asiduidad.

Si 2010 fue un año de continua escalada, en 2011 comenzaron los problemas en forma de altibajos en su corta carrera profesional. El baile de técnicos en el club no le benefició y con la llegada de Mario Lepe al banquillo fue postergado a las categorías inferiores por “razones extrafutbolísticas”. “Me subieron al primer equipo por mi rendimiento. Luego me bajaron por un problema que tuve. Me costó asumirlo, pero lo logré, fue una buena decisión a la larga” recuerda Castillo rememorando esa etapa. Y desde luego que el toque de atención surtió efecto. Regresó al plantel profesional a finales del año y tras empezar a gozar de oportunidades en él, se fue con la selección chilena sub-20 para disputar la Milk Cup (un certamen internacional que combinados nacionales con clubes de gran enjundia) donde formó una gran dupla con Ángelo Henríquez, la otra joya en la vanguardia del fútbol andino.

PROGRESIÓN SIN MIRAR AL BANQUILLO
“No me fijo en las diferencias de técnico, no me importa mucho eso. Yo sólo me dedico a trabajar y acatar órdenes, no importa quién sea el entrenador” declaraba a mediados del año pasado Nico Castillo, centrado en continuar con su progresión si verse afectado por los vaivenes en un banquillo ‘cruzado’ que ha visto sentarse hasta a 5 entrenadores en los últimos tres años. Con Martín Lasarte su presencia en las alineaciones se produjo de manera más asidua y pudo ver puerta con relativa frecuencia en la élite del fútbol chileno. Afianzado en la primera plantilla, el pasado mes de enero hizo las maletas para disputar el Sudamericano sub-20. En tierras argentinas fue pieza clave para sellar la clasificación del conjunto chileno al Mundial de la categoría que se disputará en Turquía este verano.

Cinco goles, algunos de ellos decisivos, para que la prensa de su país y los ojeadores presentes en la ciudad argentina de Mendoza escribieran en su cuaderno el nombre del dorsal 18. Llegaron ofertas de varios conjuntos europeos (el que más interés mostró fue el Standard de Lieja) pero tanto el jugador como la directiva decidieron que lo más oportuno era seguir vinculado al club de sus amores. “Es probable que disfrutemos muy poco de sus capacidades, ya que después del Mundial sub-2 seguro que llegarán más ofertas por él. Este tiene que ser su semestre el de su consolidación” declara uno de los dirigentes de Cruzados SDAP, la empresa que se hace cargo de los intereses económicos de la Universidad Católica. Tras un breve período de descanso por su participación en el Sudamericano sub-20 y su reciente boda, Castillo trabaja para prolongar su acierto anotador. “Estoy viviendo el momento y espero salir campeón acá. Yo me siento cómodo en este club” afirma el joven delantero, una estrella en ciernes con el corazón del hincha más pasional.


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