lunes, 8 de abril de 2013

MARCO VAN GINKEL

Todos los caminos conducen al gol. No importa si la vía para lograrlo es el monopolio de la posesión o vertiginosos contragolpes, al fin y al cabo el objetivo es alojar el cuero en el fondo de la portería rival. La afirmación es tan pragmática como cierta. Es evidente que es una máxima tan reduccionista como resultadista pero ello no es óbice para señalar que cualquier triunfo está intrínsecamente relacionado con el estallido de júbilo derivado de superar al guardameta para obtener ventaja en el marcador. Se trabaja la ocupación de los espacios, la presión colectiva, el ataque organizado y los automatismos de repliegue tras pérdida pero todo mirando de reojo hacia el primer mandamiento del balompié, materializar en el tanteador tu dominio sobre el contrincante.

El gol es santo y seña del fútbol y ningún habitante del rectángulo de juego escapa a su cometido. Ya no es labor exclusiva de los atacantes y según pasan los años se intenta inculcar ese atributo a cualquier jugador. Quien tiene gol posee un tesoro y es por ello que los entrenadores intentan explotar la vocación ofensiva de los integrantes de la medular. Surge así la estirpe de los llegadores, centrocampistas con sensibilidad para interpretar el juego y sorprender con sus irrupciones desde segunda línea aprovechando los espacios libres que les proporcionan los atacantes. Gerrard y Lampard fueron exponentes ilustres de este perfil que comienza a florecer en todos los escalafones del fútbol base. La Eredivisie, cuna de una atrevida escuela futbolística sustentada en la polifuncionalidad, no es ajena a ello y ya moldea a su llegador más destacado, el joven Marco Van Ginkel.

Derivado de su pasado como segundo punta, Van Ginkel muestra una inusitada facilidad para moverse con soltura por las inmediaciones del área rival. Aparece libre de marca y en el momento oportuno, circunstancias óptimas para finalizar con acierto los ataques de su equipo. Ejecutor silencioso, dinamismo y llegada le avalan, tornándose indetectable y obligando a los especialistas defensivos del conjunto rival a vivir inmersos en un grado de concentración elevada. Con su pierna derecha, con la cabeza, con la izquierda, de forma acrobática o sutil. Goles de todos los colores con un denominador común, la sorpresa como cómplice decisiva. Espigado, su escaso desarrollo muscular le penaliza en el choque y en la explosividad de la carrera, pero por su tipología física explota una larga zancada que apoya la verticalidad con la que desarrolla su juego.

Es un centrocampista de apoyo, mixto, complemento en la vertiente ofensiva y defensiva pero sin adquirir el papel protagonista en ninguna de ellas. Colabora en las facetas a desarrollar por un integrante del clásico 4-3-3 pero sin sobresalir en ninguna de ellas, exceptuando la mencionada capacidad para ver puerta sin obstáculos destacables. Se orienta bien en la recepción, juega sencillo y contribuye a dar fluidez a la circulación de balón, aunque la desconexión en algunos tramos del encuentro es una de sus áreas de mejora. Ataca bien los espacios y aprovecha la espalda de los zagueros para demostrar su sangre fría en los metros finales. Lejos de la clarividencia, retiene bien el cuero y selecciona el momento oportuno para aprovechar la profundidad que ofrece su lateral más cercano. Certero en el golpeo, se coarta y aún no explota como debería su disparo desde media distancia. De buen registro técnico, su intermitencia limita un olfato goleador innato que debe ser potenciado.

A punto de finalizar el año 1992, el 1 de diciembre, llegó al mundo en la ciudad holandesa de Amersfoort Marco Van Ginkel. Hijo de Alex, delantero del Utrecht durante la década de los 80, Marco empezó a darle patadas a un balón soñando con emular a su padre y convertirse algún día en futbolista profesional. Enrolado en las filas del modesto De Valleivogels comenzó a dar los primeros pasos, a los siete años, en el sendero de imitar la trayectoria de su referente paterno. Con la portería rival entre ceja y ceja, no tardó en mostrar un rendimiento superior al del resto de sus compañeros y plantear el dilema de su estancamiento si continuaba en un contexto donde no podía explotar todo su margen de mejora.

En busca de continuar con su progresión decidió cambiar de aires para probar en un entorno competitivo de mayor exigencia. Se mudó a Arnhem para enrolarse en el sector formativo del Vitesse. Allí pudo probarse y descubrir que había tomado la decisión correcta. Los técnicos descubrieron que su punto de partida idóneo era la medular, el emplazamiento perfecto para repartir asistencias y saciar todo su olfato goleador gracias a su capacidad para interpretar el juego y asomarse al ataque desde segunda línea engrosando sus guarismos anotadores. Aún así, alejado de grandes canteras como las del Ajax, Feyenoord o PSV no era fácil alzar la voz a lo largo de la geografía neerlandesa. Algo que Van Ginkel sí logró.

Su interesante evolución no pasó desapercibida para los técnicos de la federación holandesa, que le reclutaron para sus selecciones inferiores desde la categoría sub-15. Vestir la casaca ‘oranje’ fue un premio para una trayectoria fulgurante con destino Eredivisie más temprano que tarde viendo cómo se desenvolvía en las categorías juveniles del fútbol nacional. Escaló peldaños en la cantera del club y sin alcanzar aún la mayoría de edad se estrenó con la primera plantilla de forma oficial. En tiempos de inestabilidad institucional y con un rendimiento deportivo mediocre, Van Ginkel dio sus primeros pasos en el mundo del profesionalismo sin que el entorno supusiese una merma en su fulgurante progresión.

Tras una primera campaña de adaptación al máximo nivel en el que alternó la titularidad con el banquillo, la temporada pasada se consolidó en el once inicial de la mano de John Van den Brom convirtiéndose en uno de los líderes del conjunto de Arnhem. Con la marcha de su valedor rumbo al Anderlecht en el mercado estival, surgieron algunas dudas sobre Van Ginkel pero el joven centrocampista se encargó de disiparlas todas a base de goles y asistencias. Sus exhibiciones en el Gelderome unidas a su liderazgo en la selección holandesa sub-21 le han convertido en uno de los hombres a seguir dentro de la Eredivisie. Con contrato hasta 2015, tanto el Hamburgo como el Milan ya han mostrado interés en contar con sus servicios para reforzar su línea medular y Van Gaal ya ha mostrado su intención de introducirle en la dinámica de los oranje de cara al futuro. Es líder de la medular del conjunto revelación y el mejor socio del máximo artillero del campeonato. Con su acierto, el Vitesse puede seguir soñando.


1 comentario:

Borja Paz dijo...

Grande Van Ginkel, un chico que empezó muy temprano a jugar en el primer equipo del Vitesse, seguramente acabe jugando en un equipo de la Bundesliga o de la Premier la próxima temporada aunque destacaría a gente como Renato Ybarra o el mismo Bony en la zona de arriba.