miércoles, 22 de abril de 2015

JACK GREALISH


“Cuanto más grande es el escenario, mejor juega Grealish”, así de contundente evaluaba Tim Sherwood a su joven estrella después de que, con la colaboración de unos magníficos Fabian Delph y Christian Benteke, deshilachara al Liverpool en las semifinales de la FA Cup. La excelente actuación del Aston Villa en Wembley había provocado esas declaraciones del técnico ‘villano’ hacia la perla horneada en las categorías inferiores del club que, tras mostrar sus brillantes condiciones en el gran templo del fútbol inglés, ha reavivado el interés de la federación por conseguir su internacionalidad.

“Él está un poco confuso, es muy joven y es una gran decisión la que tiene que tomar a tan temprana edad”, reconoció Shay Given, compañero de Grealish en el Aston Villa y capitán de la selección irlandesa, la que el joven atacante ha defendido desde el combinado nacional sub 15 hasta la sub 21. Nacido en Solihull, una pequeña ciudad a nueve millas de Birmingham, Jack Grealish, de padres ingleses, ya en su adolescencia decidió representar al país de sus abuelos enfundándose la casaca verde en una decisión que desde la federación inglesa ahora esperan revocar después de su fulgurante irrupción en las competiciones del país.

Las declaraciones de Martin O’Neill, seleccionador irlandés, confesando que el próximo partido de Irlanda frente a Escocia que se disputará el mes de junio “llega demasiado temprano” para el jugador del Aston Villa y el plan del seleccionador sub 20 de los three lions de convocarle para disputar el torneo de Toulon han reavivado un debate ya añejo. La federación inglesa le citó para una concentración con la selección sub 15, pero regresó a casa por culpa de una enfermedad y eligió representar al país de sus abuelos pese a que los pross intentaron persuadirle con una citación para enrolarse en las filas del combinado nacional sub 17 cuando apenas había superado las quince primaveras. Un pulso entre federaciones que ha regresado a su punto álgido fomentado, principalmente, por el excelente momento de forma de su protagonista.

“Recibe el balón y dribla a los que están a su alrededor. Le hacen faltas porque tiene mucha confianza. El balón es su amigo, va pegado al pie”, expone Tim Sherwood, que no ha dudado en dar galones a Grealish consciente de su potencial. “Nunca he tenido ninguna duda con él. ¿Sabes por qué? Porque aquí le quieren. La primera vez que me senté en el banquillo del Aston Villa, los fans estaban cantando el nombre de alguien. Y yo pensé: ¡No es el mío! Era el de Jack”, confiesa el técnico inglés en referencia a su bisoño pupilo, despedido con una ovación atronadora de su afición el pasado domingo en Wembley.

Fue el reconocimiento de la hinchada ‘villana’ a un jugador distinto, un atacante que conduce el balón como un funambulista, con pasos pausados, pero siempre por el sendero que se propone. Licenciado cum laude en el manejo de la arrancada y la frenada, es un catedrático del engaño en el uno contra uno y muy inteligente para leer el juego manejando el tempo del encuentro. Desde el costado izquierdo del ataque para ser punzante en la diagonal o por detrás del punta para abrir una vía de penetración a la espalda de los mediocentros adversarios, es inusual verle cometer errores en la toma decisiones y elegir un pase inadecuado.

Con el pelo hacia atrás y las medias caídas por superstición, Grealish, que fue advertido en alguna ocasión por los colegiados por usar espinilleras infantiles, es una pesadilla para los zagueros por su capacidad para quebrar cinturas. Su look es una metáfora de su juego, actual en el golpeo a balón parado y añejo en el manejo de las transiciones. El amago es el pilar sobre el que edifica su destreza en el desafío individual. Amenaza una y otra vez cuando su marcador le achica hasta que decide encararle para fabricarse el espacio para el golpeo. Habilidoso en el regate en espacios reducidos y sublime en los apoyos, recibe bien orientado para evitar el juego de espaldas eludiendo el contacto físico del que no sacaría muchos réditos por su liviana estructura corporal.

Acelera sin pasarse de revoluciones, simplemente aumentando el número de contactos con el esférico para abrirse paso y, cuando pisa posición franca para finalizar la jugada, definir con sutileza. No se arredra ante la dureza de los zagueros, que castigan bordeando los límites del reglamento su facilidad para el slalom, y toma responsabilidades para entrar en contacto con el cuero y enriquecer los ataques posicionales de su equipo. Templado en su juego hasta bajar a un punto gélido en los últimos metros, su excesivo aplomo puede suponer un arma de doble filo en algunas ocasiones cuando la definición requiere velocidad de crucero. Pisa el balón, lo maneja a su antojo y desafía al rival escudado en un giro de tobillo capaz de eludir casi cualquier entrada con la misma osadía con la que reta al portero.

Goles para su hermano
El presente de Jack Grealish es de cuento de hadas, pero en sus primeras páginas lo que predominaba era la desazón, sentimiento que se apoderó de una familia que sufrió el drama de perder a su benjamín. Cuando Jack apenas tenía cuatro años, su hermano falleció cuando apenas gateaba y para él van todos los goles que anota la estrella emergente del Aston Villa, que lleva al equipo grabado en el corazón casi desde el biberón. Su padre Kevin hizo de Villa Park su lugar de recreo cada quince días y allí soñó jugar algún día desde que dio sus primeras patadas a un balón.

Entró muy joven a la academia del club y creció idolatrando a Agbonlahor por su acierto en los duelos de máxima rivalidad regional frente al Birmingham. Mientras seguía practicando fútbol gaélico, quemaba etapas granjeándose la reputación de uno de los jóvenes valores más talentosos del club. Una fama que corroboró durante la segunda edición de las extintas Next Generation Series, una competición juvenil de ámbito europeo que el Aston Villa conquistó contra todo pronóstico. En la final, los de Birmingham se enfrentaban al poderoso Chelsea, que había juntado a una temible generación que sucumbió en tierras italianas. En el Lago de Como, donde se celebró la final a cuatro del torneo, Jack, el benjamín de su equipo, se convirtió en pieza clave para que su equipo se proclamase campeón.

Fue la primera página dorada en el currículum de este joven inglés de ascendencia irlandesa que, tras una exitosa cesión en el Notts County la pasada campaña, está logrando oportunidades en la primera plantilla del club de sus amores gracias a la confianza depositada en él por Tim Sherwood. El exentrenador del Tottenham es consciente del diamante que tiene a sus órdenes y quiere premiarle con los minutos necesarios para su desarrollo. “Cuantas más oportunidades tenga mejor va a llegar a ser”, reconoce su técnico, que ya vivió una situación parecida a la que atraviesa su joven perla la pasada campaña con Bentaleb. El francoargelino se debatía entre esperar la oportunidad con su Francia natal o aceptar la llamada de la mundialista Argelia y su técnico, al igual que ahora reconoce hacer con Grealish, le instó a “decidir con el corazón” y centrarse en su club.

Mientras corren ríos de tinta en la pugna de ambas federaciones por contar con sus servicios, Grealish, que fue galardonado el pasado mes con el premio al mejor jugador sub 21 de Irlanda, disfruta del momento mientras su padre despeja algunas dudas en la prensa irlandesa. “Jack tomará la decisión final sobre su futuro internacional, pero nada ha cambiado desde el último mes”, declaró su progenitor al Irish Independent en la misma conversación en la que confirmó que su hijo regresará a la selección irlandesa en septiembre para zanjar las especulaciones que se dispararon después de que él mismo bromease con la posibilidad de que Jack disputase 45 minutos con cada selección en el amistoso sub 21 programado para este junio entre ambos países. Ajeno a los rumores, el joven extremo sólo piensa en seguir afianzándose en las alineaciones del Aston Villa para emular a su tatarabuelo y conquistar la FA Cup con el club de su corazón.


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