“Cuanto
más grande es el escenario, mejor juega Grealish”, así de contundente evaluaba
Tim Sherwood a su joven estrella después de que, con la colaboración de unos
magníficos Fabian Delph y Christian Benteke, deshilachara al Liverpool en las
semifinales de la FA Cup. La excelente actuación del Aston Villa en Wembley había
provocado esas declaraciones del técnico ‘villano’ hacia la perla horneada en
las categorías inferiores del club que, tras mostrar sus brillantes condiciones
en el gran templo del fútbol inglés, ha reavivado el interés de la federación
por conseguir su internacionalidad.
“Él
está un poco confuso, es muy joven y es una gran decisión la que tiene que
tomar a tan temprana edad”, reconoció Shay Given, compañero de Grealish en el
Aston Villa y capitán de la selección irlandesa, la que el joven atacante ha
defendido desde el combinado nacional sub 15 hasta la sub 21. Nacido en
Solihull, una pequeña ciudad a nueve millas de Birmingham, Jack Grealish, de
padres ingleses, ya en su adolescencia decidió representar al país de sus
abuelos enfundándose la casaca verde en una decisión que desde la federación
inglesa ahora esperan revocar después de su fulgurante irrupción en las
competiciones del país.
Las
declaraciones de Martin O’Neill, seleccionador irlandés, confesando que el
próximo partido de Irlanda frente a Escocia que se disputará el mes de junio
“llega demasiado temprano” para el jugador del Aston Villa y el plan del
seleccionador sub 20 de los three lions
de convocarle para disputar el torneo de Toulon han reavivado un debate ya
añejo. La federación inglesa le citó para una concentración con la selección
sub 15, pero regresó a casa por culpa de una enfermedad y eligió representar al
país de sus abuelos pese a que los pross
intentaron persuadirle con una citación para enrolarse en las filas del
combinado nacional sub 17 cuando apenas había superado las quince primaveras.
Un pulso entre federaciones que ha regresado a su punto álgido fomentado,
principalmente, por el excelente momento de forma de su protagonista.
“Recibe
el balón y dribla a los que están a su alrededor. Le hacen faltas porque tiene
mucha confianza. El balón es su amigo, va pegado al pie”, expone Tim Sherwood,
que no ha dudado en dar galones a Grealish consciente de su potencial. “Nunca
he tenido ninguna duda con él. ¿Sabes por qué? Porque aquí le quieren. La
primera vez que me senté en el banquillo del Aston Villa, los fans estaban
cantando el nombre de alguien. Y yo pensé: ¡No es el mío! Era el de Jack”,
confiesa el técnico inglés en referencia a su bisoño pupilo, despedido con una
ovación atronadora de su afición el pasado domingo en Wembley.
Fue el
reconocimiento de la hinchada ‘villana’ a un jugador distinto, un atacante que
conduce el balón como un funambulista, con pasos pausados, pero siempre por el
sendero que se propone. Licenciado cum
laude en el manejo de la arrancada y la frenada, es un catedrático del engaño
en el uno contra uno y muy inteligente para leer el juego manejando el tempo del encuentro. Desde el costado
izquierdo del ataque para ser punzante en la diagonal o por detrás del punta
para abrir una vía de penetración a la espalda de los mediocentros adversarios,
es inusual verle cometer errores en la toma decisiones y elegir un pase
inadecuado.
Con el
pelo hacia atrás y las medias caídas por superstición, Grealish, que fue
advertido en alguna ocasión por los colegiados por usar espinilleras infantiles,
es una pesadilla para los zagueros por su capacidad para quebrar cinturas. Su look es una metáfora de su juego, actual
en el golpeo a balón parado y añejo en el manejo de las transiciones. El amago
es el pilar sobre el que edifica su destreza en el desafío individual. Amenaza
una y otra vez cuando su marcador le achica hasta que decide encararle para
fabricarse el espacio para el golpeo. Habilidoso en el regate en espacios reducidos
y sublime en los apoyos, recibe bien orientado para evitar el juego de espaldas
eludiendo el contacto físico del que no sacaría muchos réditos por su liviana
estructura corporal.
Acelera
sin pasarse de revoluciones, simplemente aumentando el número de contactos con el
esférico para abrirse paso y, cuando pisa posición franca para finalizar la
jugada, definir con sutileza. No se arredra ante la dureza de los zagueros, que
castigan bordeando los límites del reglamento su facilidad para el slalom, y toma responsabilidades para
entrar en contacto con el cuero y enriquecer los ataques posicionales de su
equipo. Templado en su juego hasta bajar a un punto gélido en los últimos
metros, su excesivo aplomo puede suponer un arma de doble filo en algunas
ocasiones cuando la definición requiere velocidad de crucero. Pisa el balón, lo
maneja a su antojo y desafía al rival escudado en un giro de tobillo capaz de
eludir casi cualquier entrada con la misma osadía con la que reta al portero.
Goles para su hermano
El
presente de Jack Grealish es de cuento de hadas, pero en sus primeras páginas
lo que predominaba era la desazón, sentimiento que se apoderó de una familia
que sufrió el drama de perder a su benjamín. Cuando Jack apenas tenía cuatro
años, su hermano falleció cuando apenas gateaba y para él van todos los goles que
anota la estrella emergente del Aston Villa, que lleva al equipo grabado en el
corazón casi desde el biberón. Su padre Kevin hizo de Villa Park su lugar de
recreo cada quince días y allí soñó jugar algún día desde que dio sus primeras
patadas a un balón.
Entró
muy joven a la academia del club y creció idolatrando a Agbonlahor por su
acierto en los duelos de máxima rivalidad regional frente al Birmingham. Mientras
seguía practicando fútbol gaélico, quemaba etapas granjeándose la reputación de
uno de los jóvenes valores más talentosos del club. Una fama que corroboró
durante la segunda edición de las extintas Next Generation Series, una
competición juvenil de ámbito europeo que el Aston Villa conquistó contra todo
pronóstico. En la final, los de Birmingham se enfrentaban al poderoso Chelsea,
que había juntado a una temible generación que sucumbió en tierras italianas.
En el Lago de Como, donde se celebró la final a cuatro del torneo, Jack, el
benjamín de su equipo, se convirtió en pieza clave para que su equipo se
proclamase campeón.
Fue la
primera página dorada en el currículum de este joven inglés de ascendencia
irlandesa que, tras una exitosa cesión en el Notts County la pasada campaña,
está logrando oportunidades en la primera plantilla del club de sus amores
gracias a la confianza depositada en él por Tim Sherwood. El exentrenador del
Tottenham es consciente del diamante que tiene a sus órdenes y quiere premiarle
con los minutos necesarios para su desarrollo. “Cuantas más oportunidades tenga
mejor va a llegar a ser”, reconoce su técnico, que ya vivió una situación
parecida a la que atraviesa su joven perla la pasada campaña con Bentaleb. El
francoargelino se debatía entre esperar la oportunidad con su Francia natal o
aceptar la llamada de la mundialista Argelia y su técnico, al igual que ahora
reconoce hacer con Grealish, le instó a “decidir con el corazón” y centrarse en
su club.
Mientras
corren ríos de tinta en la pugna de ambas federaciones por contar con sus
servicios, Grealish, que fue galardonado el pasado mes con el premio al mejor
jugador sub 21 de Irlanda, disfruta del momento mientras su padre despeja
algunas dudas en la prensa irlandesa. “Jack tomará la decisión final sobre su
futuro internacional, pero nada ha cambiado desde el último mes”, declaró su
progenitor al Irish Independent en la
misma conversación en la que confirmó que su hijo regresará a la selección
irlandesa en septiembre para zanjar las especulaciones que se dispararon
después de que él mismo bromease con la posibilidad de que Jack disputase 45
minutos con cada selección en el amistoso sub 21 programado para este junio
entre ambos países. Ajeno a los rumores, el joven extremo sólo piensa en seguir
afianzándose en las alineaciones del Aston Villa para emular a su tatarabuelo y
conquistar la FA Cup con el club de su corazón.
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